lunes, 26 de enero de 2015

#LITERATURA: La fiesta de la insignificancia, la lítost literaria de Kundera // ***


Después de la hermosura desbordante, el arte más puro, que el inconformista y ávido lector puede encontrar el La insoportable levedad del ser o El libro de la risa y el olvido, la búsqueda anhelante de la perfección literaria en la última obra de Kundera es un destino obligatorio. Si bien es cierto que, ya avisado previamente por la crítica, no se trataba de una de sus mejores obras, en ella se encuentra su agudeza narrativa, su sarcástico buen humor, su poderosa crítica a la sociedad y a la humanidad, así como al individuo por sí solo. 

¿Qué pretendía hacernos llegar Kundera tras este curioso retrato crudamente humorístico? ¿Qué pretendía incluso al parodiar la intimidad de Stalin, el abandono de una madre a un hijo, el suicidio, el cáncer, la misma muerte? Probablemente pretendía traspasar el equilibro de nuestros pensamientos, invitándonos a su estambótica fiesta personal, con platos agridulces, con vino de brick y con música distorsionada de fondo para amenizar la velada.

No, es cierto que el famoso y aclamado escritor no ha sido del todo hábil a la hora de plasmar sus pensamientos entre sus páginas. Pero no debemos de ser demasiado injustos, no podemos reclamar el mismo nivel artístico en otra la carrera literaria de un mismo autor. Permitámosle, pues, a Kundera, flaquear un poco. Limitémonos, pues, a abrir sus páginas con un café bien caliente y a dejarnos deleitar por los pequeños retazos de su ingenio que aún palpitan. Olvidemos las expectativas, sintámonos leves, seamos conscientes de la lítost, maldita lítost, amada lítost de sus letras camufladas, escondidas, heridas, que fallecen. Y así, una vez más, disfrutemos del arte de leer una pequeña joya, poco pulida, de un hábil mago de la psicología de los personajes.

sábado, 24 de enero de 2015

#LITERATURA: Las Olas, el sentimiento y la poesía de Virginia Wolf // ****



Considerada una de las mejores novelas del s.XX, Virginia Wolf firma una de sus obras más hermosas, originales e intensas, siendo fiel a su literatura más dulce, femenina e íntima, pero con diferente estilo, con diferente forma. De la mano de seis protagonistas, la escritora nos acerca seis monólogos interiores escritos en prosa poética, mediante los que se nos narra la vida (los sentimientos de esa vida) de unos jóvenes que buscan la hermosura y el alivio en el batir incesante de las olas.

Y es que no es más que un viaje alegórico, un grito a la desesperanza, una constante desazón en el pecho al comprobar que las metas no se pueden alcanzar, y no queda más remedio que resignarse. En el que la muerte azota sin piedad a esta pandilla de amigos, casi una familia, y roba los colores de su existencia que se convierte en un río gris que tiñe de oscuridad todo a su paso. Todo completamente embutido en el aturdimiento persistente, en una existencia alejada del mundo físico, el mundo terrenal, en una existencia más metafísica, más espiritual, más humana. Simplemente, una visión literaria plenamente nueva, renovada, plenamente Wolf.

Las descripciones de los paisajes y de la naturaleza son como una envidia del ser humano hacia la libertad y absoluta felicidad de los campos de maíz, de los árboles que proyectan la sombra sobre el fresco terreno. El cielo inmensamente azul, aquel que se refleja en esas olas, tan temida, tan odiadas. Aquellas que baten en esos precipicios contemplados de su altura, con terror de su mortal posibilidad, con hipnosis hacia la gravedad de su melodía. Las olas, las olas que son el latido de esos seis corazones jóvenes, pero que envejecen sin remedio. Una madre, un escritor, un trabajador, un hombre solo, una mujer sola... la eternidad adyacente en su mortalidad inexcusable. 

Sencillamente, oro. Sencillamente, pura hermosura.

viernes, 23 de enero de 2015

#CINE: La teoría del todo, un culebrón protagonizado por Stephen Hawking // **1/5


Tiene muchas cosas que podrían tacharse de buenas, incluso notables en algunos aspectos. Podría decir que el simple hecho de que se trate sobre un film sobre la increíble vida de Stephen Hawking le da notoriedad. La ambientación inicial universitaria es muy atrayente, crea un círculo completamente adecuado y bastante logrado en cierta parte. Las interpretaciones de Eddie Redmayne y Felicity Jones son espectaculares, sencillamente, una maravilla en la gran pantalla. Escenas puntuales visualmente sublimes, sentimentalmente máginas, humanamente fulminantes. Y, por supuesto, un complejo (o casi) reflejo de la psicología de los personajes.

Fuera de esto, encontramos dispersión. La película avanza con fotogramas cortos, dinámicos. Los hechos, algunos, transcurren muy deprisa, tanto que a veces es complicado que nos de tiempo a cuajar lo que acabamos de sentir, cuando ya tenemos que enfrentarnos a lo siguiente. Hay cierta frialdad en la emotividad que se pretende mostrar, una frialdad que molesta, que chirría. También chirría el afán de causar la lágrima fácil, esa que toca el corazoncito (media sala de cine estaba llorando prácticamente al empezar), sin querer reflejar del todo que se trata de una extraordinaria historia de superación, sin querer reflejar que se trata de la extraordinaria historia de Hawking.

La referencias científicas son vagas. Buscan crear una hermosura trascendental que cruje, que no termina y que queda muy patética. Supongo que a los fans de Hawking les dolerá ver que en la película todo lo achaca a un poco de suerte (aunque a veces se acuerdan de mencionar que estamos ante un hombre con una mente privilegiada) al remover la leche en el café. Quien busque ver cómo se ahonda en la 'Teoría del Todo' que se compre en el fnac 'El mundo en una cáscara de nuez'.

Los amantes de las películas románticas estáis de enhorabuena. El amor se dispara por todos los poros de la piel, es el motivo máximo y primero de todos los hechos acontecidos. El amor desinteresado, el amor sufrido, el amor que todo lo otorga, que todo lo calla, que todo lo permite. El amor entre un hombre entregado a la ciencia y una mujer temerosa de Dios. Y ni siquiera, ni siquera esa brillante contraposición, es capaz de brillar en el guión. Sí, por momentos introduce pequeños debates sobre Dios, la creación, el Universo, pero al rato se les olvida y volvemos a otra cosa. Terriblemente decepcionante.La mujer, eso sí, juega su papel de mártir (como buena cristiana).

Por lo restante, los diálogos son en su mayoría torpes y densos. Las interpretaciones de los personajes secundarios están muy alejadas de la calidad de los protagonistas, y la figura de los hijos están muy alejada de que parezca formar parte de la vida real de Hawking y su mujer. Resulta, además, aburrida la búsqueda constante del drama, del drama de una situación que en efecto, sí, es un drama... pero reflejado de forma muy fríviola, buscando 'lo fácil' y huyendo de la complejidad real.

Stephen Hawking todavía sigue buscando una ecuación 'del todo'. Yo todavía intento asimilar qué pretendía el director (James Marsh) con esta película.

martes, 20 de enero de 2015

#RELATO: Olga [Ejercicio de improvisación y catarsis]


"...Balbuceas frágil, como un hielo que tiembla y que se derrite, pero dejando constancia de su helada presencia. Una helada presencia que está congelando mi interior, lo está acuchillando. Ahora, en este instante, mientras pretendo respirar, me traspasas como cien mil dagas de hielo. O de fuego. De fuego penetrante, aquel que convierte algo en cenizas. Aquel que convierte el bosque, la naturaleza, el papel, el cartón, la carne, la vida, en cenizas. Las cenizas son grises, polvorientas, secas, feas, tétricas. Significan polvo, significan nada. Son sinónimo de muerte. No, solo a veces, dirías tú. Tu anterior optimismo me encantaba, ahora lo detesto. Y detesto, odio, que sonrías de tal manera, cómo si te estuvieras burlando de mí. Burlándote de mí. Yo sufro, yo agonizo, yo lloro, yo grito y tú sonríes. Tú sigues siendo feliz. ¿Te harás una idea de lo insignificante que me siento yo ahora? Lo soy, mi vida, mi existencia, mi yo, los días que lleno, los días que vacío, las noches oscuras, son mis noches oscuras. Cómo odio el ruido de tus pasos recorriendo esta habitación, siento que alimenta mi locura, siento que crece en mí una enajenación putrefacta. Odio esta rabia ardiendo en mis venas, odio esta ira que puedo masticar y que abrasa mi garganta como si de ácido se tratase. Noto que llega a mi corazón, mi corazón (el figurado o el real) duele con tal intensidad que siento desfallecer. Caigo, caigo al suelo, sobre mis rodillas que chocan contra la dura y fría plaqueta de un color incierto. Y suelto un gemido infantil, porque ni siquiera tengo fuerzas para expresarme ya. Muere mi interior, mi esencia, poco a poco. Te vuelves para mirarme, yo apenas me atrevo a levantar la mirada inerte y se cruza con la tuya. Tus ojos expresan compasión a la vez que asco, y me siento todavía más patética, y eso me destroza. Me destroza hasta unos límites que difícilmente podría describirte, difícilmente podría explicar a nadie.


    Tú estás ahí arriba, con los brazos muertos a ambos lados de tu tembloroso cuerpo. Tiemblas como una hoja en una fina rama a punto de romperse, a pesar de que no sople el viento, a pesar de que brille el Sol. Permaneces ahí sin mirarme, permaneces ahí mirándome. Como si miraras al horizonte, como si miraras al vacío, como si miraras a la nada. Mueves los labios pero de ti no salen palabras. Tal vez mueran antes de nacer, es posible, a veces ocurre. Pues la muerte está ligada a la vida, la muerte es la vida, la vida finita, efímera, que camina hacia su final desde su inicio. La paradoja de la insignificancia de nuestra existencia, de la que pretendemos alardear. Tú siempre sonreías a la vida, siempre te parecía hermosa. Y mi pesimismo te irritaba. Mi pesimismo te irritaba del mismo modo que a mí me embelesaban tus fuerzas y tus ganas. Ni te puedes imaginar todo lo que siento por ti, ni te puedes ni imaginar todo lo que te quiero. No lo rompas, por favor, no lo rompas. No lo rompas. No me rompas. No nos rompas. Ahora tus ojos están acuosos. Tu hermosura femenina me traspasa de nuevo, tu fragilidad femenina me atrae tan poderosamente que me está rasgando. Me rompo en ínfimos pedacitos y no sé a dónde se van. Tampoco hago el esfuerzo de sujetarlos. Me evaporo entre toda esta vorágine y solo siento dolor. Me abrazo a mí misma mientras rompo a llorar con una intensidad que desconocía. Te arrodillas ante mí. No, te arrodillas junto a mí. Y nuestros cabellos se entrelazan, y nuestro aroma se vuelve uno sólo. Por un momento esa unión es real, y nuestro latido es único. Pero tú sacudes la cabeza. Noto tu fina mano sobre mi huesudo hombro, jadeas, pero con serenidad.

    “Lo siento, lo siento, tengo que irme”, balbuceas. Y yo ya no quiero escucharte. Te miro y el mundo se detiene en ese instante. Luego te incorporas, me rozas el cabello enmarañado y escucho tus pasos al irse. Tus pasos que resuenan en esa sala, en esa habitación, en esa estancia. Tus pasos que resuenan en mi mente, en mi corazón. Me hago un ovillo en el suelo, un ovillo que permanece inerte. Las horas se congelan por el hielo que has dejado aquí. No quiero que ese tiempo exista, pero no puedo destruirlo. Ni tampoco puedo morir, ni tampoco no existir. Me pregunto con dulce melancolía cómo podré seguir después de esto, después de tu abandono, de tu huida. Me pregunto cómo podré soportar el odiarte en lugar de amarte. Me pregunto cómo podré soportar que tan solo seas olvido, cómo apartarte de mi gris y roto presente…”

viernes, 16 de enero de 2015

#CINE: BIRDMAN, la inesperada virtud de la ignorancia //***



No sé qué decir. No sé si BIRDMAN me ha apasionado, me ha encantado, me ha enamorado, o me ha defraudado en todos sus aspectos. No sé si me he quedado maravillada después de ver el film o, por el contrario, me he sentido completamente estafada ante tal sucesión de ridiculeces.

Sí, vale, es pretenciosa. Es pretencioso el cartel, la idea, la publicidad y el título (ese subtitulo de <<la inesperada virtud de la ignorancia>> que pretende imitar los títulos de las novelas de Kundera). Y, por supuesto, también es sumamente pretencioso el reparto de actores. Y sin embargo, hay evidente calidad detrás de cada una de las interpretaciones, el guión, la puesta en escena, la ambientación, estética, filtro, colores, lágrimas, sentimientos y repetición repetitiva. Hay como una fuerte confrontación de impresiones al disfrutar (u odiar) a BIRDMAN en la gran pantalla. ¿Cisne Negro de Natalie Portman? El film recuerda en cierto modo a este, pero añadiéndole comicidad en lugar de drama psicológico (esto es una comedia-drama psicológico). En todo lo demás, casi podrían ser gemelas. La obsesión del artista, el pavor ante la invisibilidad, las relaciones familiares, la tortura, las alucinaciones, la esperpéntica visión de la realidad y la predicibilidad. Y... ¡¡¡SPOILER!!!... beso lésbico gratuito y sin sentido incluido (como el de Kunis y Portman). 

La actuación de Keaton es sublime. La de Norton espectacular y despreciable. Zach Galifianakis demuestra que puede hacer un papel serio y todo (sin escapar de la etiqueta de mejor amigo gordito). Andre Risebourough sobra. Amy Ryan es muy forzada. Emma Stone es un personaje volátil, cumple su función de la chica mona. Naomi Watts sobra por momentos, por otros brilla. Tenemos una sopa de muchos sabores, por un lado está muy salada o muy sosa, y por el otro está exquisita. ¿Qué es esto? ¿Un batido pasado? ¿Una tabla degustación de ibéricos? En pocas ocasiones me encuentro tan perdida ante los sentimientos que ha provocado en mi un film... No sé si eso es bueno, o es malo. O... ¿Una estafa?

Amo la escenas teatrales, adoro el teatro. Están logradas, me gusta verla desde la perspectiva del actor. En esos momentos brilla, como en los diálogos desengranados. A veces, de repente, pierde la fuerza para recuperarla de una patada. Otras juega al engaño (desengaño), de forma poco hábil y torpe. Pretende gustar, pretende ser buena, pretende ser una obra maestra, y eso chirría. Sí, ese es su principal defecto. Pretende buscar ese éxito, ese prestigio (como el propio Keaton en su papel de Birdman)... Qué original, o qué patético. 

miércoles, 14 de enero de 2015

#LITERATURA: Tiempo de silencio, de enfermedad y de muerte // *****



Siempre han existido, a lo largo de la historia de la literatura, escritores que han querido desafiar los límites establecidos por la lengua en sí, han querido romper con los cánones existentes, con lo que se consideraba narrativamente corriente. Siempre han existido este tipo de artistas que han cogido la pluma, la máquina de escribir, el ordenador o aquella libreta a cuadros, y han empezado a herir el papel con historias propias, historias que transformaron en reales (sí, seguramente lo sean) causando un dolor tan intenso en el lector que es complicado curar, en cierta parte, todas esas sensaciones que transmiten unas obras abocadas al éxito más ennegrecido. 

Luis Martín-Santos perdió a su esposa y murió prematuramente, su vida fue ciertamente trágica, viviendo, además, en una coyuntura social muy complicada. Considerado a la altura de Joyce y su Ulisses, se presenta esta magnífica obra maestra, desdibujada por una literatura culta, enrevesada, poderosamente compleja, poderosamente brumosa. Pedro es un médico que investiga la herencia por gen del cáncer en ratones blancos. Pedro es un reflejo de Martín-Santos, Pedro es un hombre profundamente aletargado, profundamente silencioso, completamente sucumbido a un alrededor que no puede controlar. Por los desdichados caminos de su existencia, en la que reflexiona constantemente, se ve envuelto en un ardid que marcará su vida para siempre.

Son los personajes secundarios que rodean a Pedro de los que se vale el autor para hacernos llegar más detalles de él, mediante escuetos y hábiles diálogos. Pero es, sin duda, la narrativa íntima, la de los pensamientos, la que gobierna a lo largo de los numerosos capítulos de la novela. Valiéndose de la repetición, de interjecciones, de la adjetivación exhaustiva de los sentimientos, crea, paso a paso, esta joya que sufre constantes saltos de situación, lugar y tiempo. En ocasiones, pequeños cortes en el hilo narrativo, nos regala largas prosas poéticas que enfocas desde un punto irreal una situación trágica.

Qué osada de mí, atreverme a hacer una crítica a tan alta obra literaria. Muy recomendable, a pesar de su dificultad. Su hermosura e intensidad merecen la pena.

martes, 6 de enero de 2015

#LITERATURA: Recordando lo imposible, la magia de la literatura romántica // ****



He tenido el placer y el gusto de 'prologar' esta segunda parte de la exitosa Saga Imposibles, firmada por la carismática y sensible madrileña Abigaíl Villalba Sánchez. Una joven que, a su 24 años ya ha visto sus sueños cumplidos de publicar no solo una, si no dos novelas románticas de considerable éxito en Amazon. 

¿Y cuál es el secreto de su éxito? ¿Cómo ha conseguido impregnar el Corazón de los miles de lectores de Lo Imposible? Con un sentimiento especial a la hora de hacerse con la pluma y plasmar entre las páginas de sus libros un oleaje de sinceridad íntima, del dolor maravilloso que provocan los amores distantes, los amores que parecen imposibles de alcanzar. Y también, por supuesto, dando vida, vida real, a los personajes que protagonizan sus novelas

En esta segunda parte, dejando atrás a nuestra irascible Rosalyn y al apuesto Marcus, toman las riendas la tierna Emily y el poco ortodoxo Geoffrey. Lo que parece un encuentro de opuestos, una batalla abierta y real, se convierte en la explosión de un romance cargado de traumas, de recuerdos que no se pueden olvidar, se situaciones extremas, de momentos inolvidables que cortas la respiración. Abigaíl hace nacer una historia extraordinaria, que engatusa al lector con una facilidad apabullante. La magia de la literatura, la vida de los libros, la intensidad del corazón que no deja de latir.

La Saga Imposibles crea en el panorama literario actual una corriente sin precedentes, un romanticismo clásico pero modernizado con lo mejor de lo que la literatura contemporánea puede ofrecernos. Liberándose de los tabús y de las mordazas de otra hora, se nos muestran los amores más libremente, sin ningún tipo de censura o de miedo, y escapando completamente de los cánones convencionales. Lo mejor de ayer y lo mejor de hoy.

Miles de personas en todo el mundo ya se han dejado enamorar por las hermosas historias de Emily y Geoffrey, lo que respalda el hecho de que, para cualquier amante de la literatura romántica, Recordando lo imposible, se convierte en una obra obligatoria de la que no podrás escapar.

jueves, 1 de enero de 2015

#CINE: Perdida, el torpe film de David Fincher // **1/5


Seamos sensatos. Ya es complicado que un film sobre desapariciones innove en el actual panorama cinematográfico. Prácticamente, decimos, está todo inventado. Prácticamente, decimos, es muy complicado que nada llegue a sorprendernos. Y sin embargo, aquí estamos, con una nueva apuesta sobre la desaparición de una hermosa esposa, firmada por el gran David Fincher y protagonizada por Ben Affleck (que hace un par de años nos deleitaba con la galardonada Argo). Esperanzada, en cierta parte, y empujada por las críticas, me decidí a darle una oportunidad a este argumento tan recurrente.

Digamos, pues, que 'Perdida' es una película bastante sobresaliente durante los primeros sesenta minutos, que transcurren en un entorno muy adecuado, con un filtro de imagen realmente atractivo, un guión pulido con diálogos atractivos, y un intenso suspense que no avecina nada nuevo. Durante los siguientes, pongamos, treinta minutos, la historia decae levemente, con flashback confusos que desubican completamente al espectador hasta que, finalmente, se resuelve un elemento clave.

Durante el tiempo restante, el desenlace, la película termina siendo liosa, soporífera y innecesariamente alargada. Además, me parece que el guión juega de manera tramposa, de forma poco 'inteligente' con el espectador. El final, al contrario de lo que leí en las críticas, no llegó a sorprenderme. Vi mil veces algo similar en los telefilms de Antena3 de la sobremesa, incluso con algo más de inteligencia de lo que podría esperar de Fincher.

¿Ben Affleck? Sí, espectacular, haciendo de Ben Affleck, en un papel un tanto soso, poco arriesgado y un tanto forzado en el que no se le termina notando ni cómodo ni introducido dentro del guión. Rosamund Pike tampoco ha logrado impresionarme, notando su actuación demasiado artificial para lograr transmitirme algo. 

Tachada como controvertida y sensacional, a mi me ha parecido predecible, aburrida y con un ritmo innecesariamente aletargado. Poca calidad, en un buen envoltorio. Otra decepción de Hollywood.